lunes, 11 de mayo de 2009

“HEKA, LA MAGIA DEL EGIPTO ANTIGUO ”

Por Lorena Olhausen
Heka (HkA) es la palabra usada por los antiguos egipcios para designar a la magia. Este término engloba las fórmulas verbales y amuletos que eran usados para atraer situaciones favorables o protegerse de energías negativas.En un principio la magia fue creada por el dios Ra, quien le dio a la raza humana el conocimiento de heka para que se protegieran de Isfet (isƒt), el mal de dentro y de fuera, la fuerza opuesta al Maat (la regla de verdad-justicia), y prevengan las dificultades. En un texto antiguo leemos de boca del dios Ra: "Yo cedí el heka a la humanidad en orden para que puedan protegerse contra lo que podría pasar".En Egipto los que practicaban heka eran llamados hekau (HkAw). No existía lo que hoy denominamos "magia negra" o "magia blanca"; heka podía servir tanto para castigar a una persona o para curar a un enfermo. Para la mente de un antiguo egipcio la magia no era nada sobrenatural, imposible o extraña. Heka es magia religiosa, está integrada a la religión y, como ésta, se encontraba presente a diario en la vida cotidiana de los egipcios.
En su fundamento más simple heka es una especializada y ritualizada forma de oración. Al igual que ocurre con Maat, heka es tanto una deidad como una idea abstracta. Como deidad, o manifestación del Creador, Heka -escrito con mayúscula- es representado como un hombre que viaja en la Barca Solar, porta dos varas cruzadas con forma de serpiente y sobre su cabeza lleva un estandarte con una rana. Este dios personifica el poder mágico del Sol, o sea, de la magia; era considerado el "Gran Ka de Ra", a quien defiende de la Serpiente Apep (Apofis).Como concepto heka es la fuerza energética de origen mágico del dios Ra; es uno de sus "poderes" personales. La diosa Isis obtuvo este poder de Ra tendiéndole una trampa al dios obligándolo a revelar su verdadero ren (rn) o "nombre secreto". Así ella consiguió convertirse en la Gran Maga y se le dio en nombre de Weret-Heka (wrt HkA), "la Grande de la Magia". Isis le traspasó este poder a su hijo Horus por lo que se los conoce a los tres como "Amos del heka".
En la práctica heka no era algo que los egipcios usaran a la ligera o decidieran ignorar; por ser un transporte poderoso de fuerza y energía, la magia era utilizada con responsabilidad, manteniendo el respeto a todos los seres del Universo carnal y divino.La magia era utilizada como medicina, de esta magia medicinal se hacían cargo los sacerdotes de Sekhmet, entrenados para curar tanto el cuerpo visible como el invisible de sus pacientes.Cuando se trabaja con heka se utilizan palabras habladas o escritas acompañadas de objetos y acciones particulares. Para los egipcios la palabra hablada o pensada tenía un impacto en el Universo, el verbo se tenía como un instrumento para crear la realidad. En las cosmogonías egipcias (génesis), el Creador se despierta tomando conciencia de sí mismo luego de pronunciar las palabras "Ven a mí". De ahí en más la Creación tiene lugar. El verbo de Ra crea a las divinidades, y la lengua de Ptah crea lo que le dicta su corazón.El corazón para los egipcios era la base de los sentimientos, un órgano que podía estar en contacto con la divinidad. Las energías de Netcher ("nTr" "Dios") inspiran al corazón del hombre, y al menos que éste sea "sordo a la verdad" el corazón se convierte en fuente de sabiduría. Todos los deseos del ser humano tenían nacimiento en su corazón y al ser proferidos por la lengua se manifestaba en la existencia del orador. De esta manera el dios Ptah-Tenen creó el mundo según la Teología Menfita (inscripta en la Piedra de Shabaka). Todo lo que deseó su corazón se materializó gracias al verbo mágico que fuera emitido por su lengua. Es sobre la base de esta creencia que los sabios aconsejaban "no separar el corazón de la lengua", lo que vendría a ser algo así como "piensa antes de hablar, las palabras son poderosas".Una de las traducciones de la palabra heka es "hablando con autoridad", ya que las palabras eran sagradas para la mente egipcia y portaban un poder mágico; pero las palabras no precisaban de la voz para que fueran mágicas, también se las podía escribir sin que por esto perdieran su eficacia. Por ejemplo para curar a un enfermo se solía escribir una oración de heka en la comida que luego se le daría a consumir al paciente, sanando de esta manera su cuerpo espiritual y físico.La magia era complementada con gestos físicos y señales, creado así un ritual diferente en cada caso para una necesidad específica.Hoy en día se acepta que las palabras tienen la fuerza para construir o destruir las relaciones humanas; de igual manera, según la mentalidad egipcia, hay que tener cuidado con lo que se quiere transmitir, hay que estar atento a que nuestros pensamientos-deseos no sean contrarios a la Regla de Maat. En egipcio "palabra" se dice "medet" término ligado a "medou" o "bastón"; lo que nos da la noción de que las palabras son bastones en los que nos apoyamos a fin de progresar en el camino de la vida. La palabra no sólo transmite "lo que el corazón ha pensado" sino que también construye la realidad deseada; contiene akh (Ax), término que significa "útil" y "luminoso", puesto que el verbo consiste en vibración luminosa que les da a los hombres un poder útil y maravilloso y los guía al conocimiento si ese poder es usado adecuadamente (los discursos de los ignorantes son destructores y agresivos.Para aprender a usar beneficiosamente esta energía heka y "volver dichoso al corazón", el primer paso era conocer los deseos-pensamientos tomando conciencia de lo que verdaderamente fluye del corazón-conciencia y se manifestaría en el devenir. Había que erradicar el mal antes de poder acceder a estas enseñanzas. El sabio Ptahhotep nos aconseja en su máxima 43: "ten cuidado de romper las trabas que hay en ti", permitiendo así la circulación de la energía del Ka o espíritu, y devolviendo al corazón el poder de percibir lo divino. En estas trabas se reconocían diversos pensamientos nacidos de viles sentimientos humanos como la culpa, desconfianza, orgullo, envidia, desesperación, ignorancia, indiferencia, etc. Estos obstáculos de energía imposibilitaban el aprendizaje de heka, eran vistos como los enemigos de Heka.
El egipcio estaba preocupado por el correcto fluir de Maat y de ser un instrumento que facilitara esta acción para que no se alterara el correcto orden de Universo. Pero debía velar primero por que sus pensamientos reflejaran su propio orden interior aniquilando a sus sentimientos-pensamientos más bajos.Los egipcios no dejaron ningún manual que nos permita conocer cómo llevaban a cabo esa búsqueda interior y qué palabras eran las más apropiadas par conjurar a los enemigos internos de la magia. Quizá era por medio de afirmaciones positivas (tan comunes en muchas filosofías modernas) que se procedía a limpiar el corazón -la conciencia- de energías negativas, puesto que los pensamientos eran entendidos como energías.El mago también se ayudaba con objetos o dibujos de objetos llamados "votivos". Estas imágenes votivas eran en la antigüedad estatuillas diminutas y otras figuras y símbolos que se utilizaban para hacer pedidos. Las mujeres estériles presentaban ante divinidades de la fertilidad imágenes de mujeres sosteniendo bebés para dar un ejemplo. También los difuntos se hacían acompañar por figuras shawabty o consultantes, quienes harían los trabajos más duros en el Más Allá gracias a las fórmulas de heka que se inscribían sobre cada uno de ellos.En el año 1896 J. E. Quinbell hizo un descubrimiento mientras excavaba en el Ramesseum en la zona de Tebas: una tumba correspondiente a la XII dinastía. Debido al material hallado en la tumba se supuso que pertenecía a un mago, que probablemente también sería sacerdote. Entre los escombros Quinbell descubrió una caja de madera perteneciente al mago que contenía varios papiros (entre los que se encontraban un tratado médico y una copia de los "Discursos de Sisobek"). Este descubrimiento sirvió para conocer qué medios eran empleados por los magos egipcios para llevar a cabo sus actividades.
Dentro de los objetos había restos de cuatro varas mágicas de marfil. Las varas mágicas eran utilizadas para invocar la protección de diferentes divinidades o seres míticos que se hacían tallar en la superficie de las varas (que en su mayoría solían fabricarse con colmillos de hipopótamo por ser éste el animal en el que se transformó Set en su intento de destruir a su rival Horus). Con este instrumento el mago trazaba un círculo, y todo lo que quedara encerrado en su interior estaría protegido por la divinidad.Según el egiptólogo B. Brier el método de trabajo de este mago sería el siguiente: "Cuando acudiese a consultarle un cliente, sin o veía cierta la solución quizá consultaría sus papiros, que seguramente no serían de creación propia, sino copias de obras más antiguas. A Juzgar por la temática médica predominante en ellos, la gran mayoría de los consultantes eran enfermos. Según los casos, el mago moldearía una figura de cera, escribiría un conjuro, le entregaría al cliente un amuleto para que lo llevase o procedería a un ritual en el domicilio del consultante." (1)
Muchos magos no eran reconocidos como tales por la sociedad egipcia, puesto que cualquier persona podía practicar magia a una escala ínfima. Estas personas eran simples ciudadanos que acudían al poder de las palabras para solucionar pequeños problemas cotidianos. El pescador que vivía temeroso de la presencia del cocodrilo seguro no olvidaba recitar un encantamiento sobre este animal para sentirse protegido mientras se encontrara trabajando en el río. Las madres solían decir las palabras que evitarían enfermedades a sus hijos, además los protegían mediante el uso de amuletos que podían colocar en el extremo del único mechón de cabello que solían usar los niños. La magia se usaba también para evitar la picadura del escorpión, a la serpiente, y otros peligros a los que el egipcio estaba expuesto a diario.1. Secretos del Antiguo Egipto Mágico pág. 46-48 BIBLIOGRAFÍA.Bob Brier, Secretos del Antiguo Egipto Mágico, RobinBook, Barcelona, 1994 Christian Jacq, Las Máximas de Ptahhotep, Arca de Sabiduría, Madrid, 1999; El Enigma de la Piedra, Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1998Elisa Castel, Diccionario de Mitología Egipcia, Aldebarán, Madrid, 1999